Para un deportista, ya sea profesional o amateur, una lesión en la rodilla puede comprometer la carrera en un caso, pero también la vida cotidiana en ambos. Ahora, aparece una esperanza en el horizonte: por primera vez en Latinoamérica, se usó una terapia celular que logra la regeneración completa del cartílago articular.
La novedosa técnica, que se inscribe en la llamada medicina regenerativa, es el implante de condrocitos autólogos (ICC), un procedimiento de avanzada que ya lleva años autorizado por la FDA y la EMA, las agencias sanitarias de Estados Unidos y Europa.
“Son técnicas específicas de ingeniería de tejidos”, señala Mariela Guasti, presidenta de la Sociedad Latinoamericana de Medicina Regenerativa y quien intervino en el país al primer paciente, que tiene 34 años y por una lesión en el cóndilo interno de rodilla izquierda tenía un dolor que lo invalidaba en su vida diaria. La intervención se realizó en mayo y hoy, ya sin dolor, el paciente está evolucionando para volver en los próximos meses también a la práctica deportiva.
El ICC, desarrollado por el traumatólogo español Pedro Guillén García, consiste en extraer una pequeña muestra de cartílago del paciente con una biopsia artroscópica. Las células del cartílago, llamadas condrocitos, se cultivan y expanden en un laboratorio con estrictas condiciones de seguridad, hasta alcanzar las dosis que se necesitan.
Luego, en una segunda intervención entre cuatro y seis semanas después, esas células se implantan en el lugar de la lesión. El proceso de regeneración se realiza en pocos meses, y los condrocitos implantados logran integrarse completamente al cartílago del paciente. Por lo general a los tres meses los pacientes ya pueden retomar sus actividades cotidianas, y el alta deportiva entre los nueve y 12 meses.
Guasti prefiere no dar detalles del valor de la práctica, pero reconoce que se paga en dólares y precisa que la parte más cara del procedimiento es el cultivo celular, que es la única que aún no puede realizarse en Argentina: las muestras se envían a España para su cultivo. Para poder sacar los condrocitos del país y volver a ingresarlos, se tuvo que pedir una autorización al Ministerio de Salud.
Según la médica, la posibilidad de contar en el país con un centro donde se pudiera realizar el cultivo no sólo abarataría significativamente los costos sino que podría posicionar a la Argentina como un centro de referencia para recibir muestras de pacientes de toda la región.
“En Argentina hay salas de cultivo con buenas prácticas de manufactura avaladas por la ANMAT. Pero hacer el desarrollo desde cero acá llevaría muchos años”, explica la médica y por eso señala que el camino más rápido sería que algún inversor aportara para realizar una transferencia tecnológica desde España.
Guasti detalla que los lesiones deportivas son muy frecuentes entre los atletas de alto rendimiento, pero que incluso que aquellos deportistas que no son profesionales pueden sufrir lesiones en las articulaciones que más soportan carga, la rodilla en primer lugar pero también el tobillo. “Si perdiste fragmento de cartílago, quedás expuesto al riesgo de artrosis”, agrega.
El plasma rico en plaquetas y las “células madre”
Por eso, cree que los pacientes que podrían beneficiarse de este y otros procedimientos de medicina regenerativa son muchos. Porque este campo, asegura, evolucionó muchísimo en los últimos años y tiene enormes posibilidades a futuro, ya que la medicina regenerativa incluye no sólo estas técnicas de ingeniería de tejidos sino también técnicas de manipulación mínimamente invasivas, como el plasma rico en plaquetas (PRP).
“Son terapias autólogas, del mismo paciente, para que no exista ningún tipo de rechazo. El PRP se utiliza desde la década del 70. Se recolocan plaquetas en el sitio que el paciente lo necesita para fomentar sus factores de crecimiento propio. Su eficacia está absolutamente demostrada si está bien hecho”, aclara.
Para eso, remarca, es fundamental no sólo que se realice en centros validados sino que el plasma tenga una determinada concentración de plaquetas y que “se active antes de aplicarlo en el paciente, para que vaya liberando de a poco los factores de crecimiento como un medicamento de acción prolongada”.
Admite que en el plasma hay improvisación y, también, en las células madre, otra de las terapias cada vez más extendidas para el tratamiento de lesiones articulares.
“Las únicas células madre son las embrionarias y las IPS que le valieron el Nobel a Shinya Yamanaka”, aclara.
“Lo que se llama engañosamente células madres son las células mesenquimales, que tienen potencialidad evolutiva, pero no pueden diferenciarse a cualquier tejido. Tiene un riesgo porque se puede diferenciar a algo que no queremos, puede derivar en un tumor. Cuando lo hacés de células mesenquimales de médula ósea estás haciendo algo fisiológicamente correcto, porque si tenés un traumatismo la médula va a liberar células mesenquimales para ir a recuperar la lesión”, explica la especialista. En este caso, las células se tienen que extraer con una micropunción de la médula.
Pero el problema, remarca, es cuando se utilizan células mesenquimales de tejido adiposo, que son “fácilmente accesibles a todo el mundo porque todos tienen un rollito de donde sacar grasa”, pero a la vez son células envejecidas y que suelen acumular tóxicos. “El peligro aumenta”, advierte.
AS