Según The New York Times, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está considerando una decisión crítica en medio del conflicto armado entre Israel e Irán, que ya lleva cuatro días en curso: la posibilidad de intervenir militarmente para ayudar a Israel a destruir la instalación nuclear subterránea iraní de Fordo.
Esta planta de enriquecimiento de uranio, profundamente enterrada en una montaña, solo podría ser alcanzada con bombas estadounidenses de gran penetración (”bunker busters”) lanzadas desde bombarderos B-2, lo que implica una participación directa de la aviación militar estadounidense.
Fordo es una de las instalaciones nucleares más protegidas de Irán y representa un componente clave de su capacidad de enriquecimiento de uranio. La decisión de atacar este sitio marcaría un punto de inflexión en el conflicto, ya que implicaría una acción militar estadounidense directa dentro del territorio iraní, con consecuencias potencialmente impredecibles para la región y para la seguridad global.
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Simultáneamente, Trump ha autorizado a su vicepresidente, JD Vance, y al enviado especial para Medio Oriente, Steve Witkoff, a explorar una posible vía diplomática. Ambos funcionarios han recibido instrucciones para ofrecer a Irán una reunión esta semana, con la esperanza de abrir un canal de negociación.
Fuentes cercanas a la Casa Blanca creen que Teherán podría aceptar esta oferta, y en tal caso enviaría a su ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, como representante.
Este enfoque dual considera un ataque militar de alto impacto mientras se ofrece una vía diplomática, refleja tanto la presión interna sobre Trump para contener la amenaza nuclear iraní como la necesidad de evitar una escalada total que podría desestabilizar la región entera.
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Trump ha reiterado en varias ocasiones que ”Irán no puede tener un arma nuclear” y ha expresado frustración por el rechazo iraní a firmar un acuerdo bajo los términos propuestos por Estados Unidos.
La posibilidad de una reunión entre altos funcionarios estadounidenses e iraníes en medio del conflicto representa un rayo de esperanza diplomática, aunque llega en un momento de máxima tensión.
Si se concreta, sería el contacto de más alto nivel entre ambos países desde que comenzaron los ataques israelíes a instalaciones militares y nucleares iraníes la semana anterior.
En este contexto, el presidente Trump enfrenta una disyuntiva decisiva: escalar la intervención militar para debilitar las capacidades nucleares de Irán o apostar por la diplomacia en busca de una desescalada. Cualquiera de las dos rutas tendrá profundas implicancias geopolíticas para Medio Oriente y para la política exterior estadounidense.
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