Dicen quienes lo juegan que el superclásico es un partido que te marca a fuego. Que no importa cómo llegue cada uno, que por eso es un partido tan impredecible como especial. Sin embargo, hay matices detrás de estas definiciones de café, frases hechas que muchas veces son ciertas pero otras, no tanto. Porque hay antecedentes, hay contextos, hay condicionamientos que rodean a un Boca-River.
Por ejemplo, este que se viene en la Bombonera es totalmente diferente del último, cuando uno tenía que quedar afuera y fue Demichelis el que sufrió las peores consecuencias, una marca en su ciclo de tres títulos, más allá de otros dos triunfos. Y justamente en ese último cruce de Bombonera, la situación fue a la inversa de lo que se viene: Boca metía muchos suplentes en medio de la serie de semifinales de Liberadores.
Ahora, el que mira de reojo la Copa es River. Y así como aquella vez la caída del equipo de Almirón se olvidó rapidísmo por la heroica en Brasil y el pase a la final por penales, lo mismo podría pasarle a River en caso de derrota: su gran zanahoria es Colo Colo.
Entonces está claro que los contextos modifican escenarios. Ambos traen un flojo torneo local (21 puntos, pegados, uno en el puesto 10° y el otro, 11°), precisan ganar para no alejarse de Vélez (a nueve) y también en la pelea por cupos de Copa 2025. Pero esta vez River tiene, a diferencia del 1° de octubre, un colchón como es la Libertadores. Por eso, seguramente guardará jugadores y así la presión se inclina más hacia el local.
Nunca nadie puede bajarle el precio a un partido así, sea en primera fecha, en la quinta o al final. Para todos es relevante y buscarán ganarlo. Pero pensando en riesgos y en que a nadie le gusta perder estos superclásicos, por ser local y porque su archirrival está en cuartos de Copa. Boca se juega un poco más.
En octubre pasado, fue Boca el que puso suplentes por la Copa, y River le ganó (foto Luis Robayo / AFP).
Este lo sufrió Demichelis, porque el que perdía quedaba afuera, y Boca lo ganó (Foto: Fernando de la Orden).
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