“Es un asesino serial, no tenía compasión”, dijo Jorge Julio López sobre Miguel Osvaldo Etchecolatz, aquel 28 de junio de 2006 cuando declaró en uno de los primeros juicios que se realizó luego de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, asegurando que el genocida “personalmente dirigió la matanza”. Etchecolatz fue acusado de asesinar a Diana Teruggi de Mariani, Ambrosio De Marco, Patricia Dell’Orto, Elena Arce, Nora Formiga y a Margarita Delgado; y de secuestrar a Nilda Eloy y a Julio López.
El viejo albañil sigue condenando
En 2006, Etchecolatz fue condenado a prisión perpetua. El testimonio de López fue vital.
En 2022, otra sentencia condenó a perpetua nuevamente a Etchecolatz y a Garachico. Quienes brindaron testimonio en este juicio remarcaron el carácter histórico de aquel testimonio de López de 2006.
“Venía con un borbotón de relatos, descripciones, cuentos. Tuvimos varias reuniones para ordenar todos los datos y verificar. Traía mucha información que nosotros no teníamos”, relató Rufino Almeida, exdetenido desaparecido.”Había hasta pedazos de bolsas de papel escritos. Él intentaba resguardar su memoria como sea”, agregó Almeida sobre lo que consideró un “testimonio histórico”.
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Así lo remarcaron también integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) al momento de realizarse la inspección ocular en la zona de Arana. El hallazgo de “estructuras de combustión para la quema de cuerpos” junto a restos óseos quemados y neumáticos de automotores, avalaron lo declarado en aquel entonces por Julio López. Juan Nobile, integrante del EAAF, destacó que “Arana fue el primer centro clandestino donde se encontraron estas estructuras de quema, fue impactante ver las fosas de quema in situ”. Diez mil fragmentos de huesos fueron encontrados allí. Gracias a López.
Mariana De Marco testificó por primera vez en ese juicio. La hija de Patricia Dell´Orto y Ambrosio De Marco, ambos compañeros de militancia y cautiverio de Julio López, pudo saber de los últimos días de sus padres gracias a la promesa que Julio le había hecho a su madre. “López, no me fallés. Si salís, el único que puede salir de nosotros sos vos. Andá, buscalos a mi mamá, a mi papá, a mis parientes, a mis hermanos y deciles. Y dale un beso a mi hija, de parte mía”, le había pedido Patricia a López, antes de ser fusilada por la patota al mando de Etchecolatz. López cumplió.
Jorge Julio López supo devolver identidades robadas, con sus palabras que señalaron y condenaron espacios, tiempos y genocidios. Julio López no está y la impunidad sigue, como sigue el silencio y la complicidad del que gobernó y del que gobierna. Avanzan los años, las caras se repiten y el encubrimiento se perpetúa.
¿Dónde está Julio López?
Se cumplen 18 años de la segunda desaparición forzada de Jorge Julio López. Esa mañana, salió de su casa del barrio de Los Hornos. Se había comprometido a presenciar la audiencia de alegato de sus abogadas. También pensaba ir el día siguiente a escuchar la sentencia. Pero no llegó. “López está desaparecido”, dijo Adriana Calvo (fundadora de la Asociación de Exdetenidos desaparecidos) a los periodistas que preguntaban por el inicio de los alegatos.
A lo largo de estos años el Estado, en su conjunto y con sus funcionarios de diversos colores políticos e ideológicos, es responsable de que no se sepa que pasó y dónde está Julio López. El encubrimiento del poder político y judicial a la Policía Bonaerense, han constituido de la causa, un monumento a la impunidad como lo definiera Adriana Calvo. No es un caso más, expone las huellas presentes de la dictadura, el pacto de impunidad con sus responsables, que todos los gobiernos han respetado al pie de la letra: 18 años después no hay un solo imputado.
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Desde 2006 gobernaron el peronismo en todas sus variantes (Néstor Kirchner,Cristina Fernández, Alberto Fernández) y la derecha de Mauricio Macri (Cambiemos) y Javier Milei (La Libertad Avanza).
Pese a ser un crimen cometido en el centro político de la provincia de Buenos Aires, pasaron dieciocho años y no hay un solo sospechoso imputado. Menos aún una reconstrucción de hechos que permita saber cuál fue el destino del hombre que sólo quería un poco de justicia. Desde hace varios años, la única “acción” del Estado sobre el caso es el ofrecimiento de una recompensa a quien “aporte información que esclarezca la desaparición”.
Nadie hizo nada para encontrar a López. Mucho menos el gobierno actual, con una vicepresidenta militante de la impunidad para los genocidas, que busca la reapertura de causas de “víctimas del terrorismo” y la construcción de una “verdad completa”, lo que es, en sus palabras, “la lucha más importante” de su vida.
Contra todo intento de negacionismo y reivindicación de los címenes de la última dictadura cívico militar y a pesar del silencio, Julio López sigue hablando.
¡Hoy y siempre!