10, agosto, 2025
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Dólar y precios, juntos a la par

“Quienes necesitan negar que la inflación es un fenómeno monetario, suelen excusarse diciendo que el valor del dólar es el que determina los precios de la economía y que la suba del dólar va a causar un aumento de todos los precios para siempre, pero esto es falso”, dijo Milei el viernes a la noche en cadena nacional. Claro, en las últimas semanas el dólar se recalentó y la preocupación por los precios volvió al centro de la escena. Desde el inicio de julio hasta la actualidad, la divisa, en el segmento mayorista, pasó de $1.200 a $1.360, aunque en los últimos días su cotización bajó a $1.330. Un cálculo sencillo da cuenta de un incremento de, al menos, 10% entre la variación del dólar al cierre de la última semana respecto al inicio de julio. La pregunta del millón: ¿cuánto de ello impacta sobre precios?

Los precios fijos del Indec

Hace ya varios años, Roberto Frenkel planteó en Decisiones de precios en alta inflación que existen dos tipos de productos. Por un lado, productos terminados o de precios fijos (producto que se vende al público), cuyo precio, en el corto plazo, está determinado ciento por ciento por sus costos más un markup (una tasa de rentabilidad). Vale aclarar que el término precios fijos no significa que los precios no cambien, sino que se forman a partir del costo de los mismos. Y por otro, productos de precios flexibles (primarios, insumos), cuyo precio lo determina el juego de la oferta y demanda. 

Frenkel sugiere que mayoritariamente los precios de productos suelen arrancan como flexibles, volviendo rígidos a lo largo de la cadena de producción y comercialización. Con esta lógica, para moderar los precios debe caer la demanda de productos de precio fijo de manera sostenida en el tiempo, para que quien los produce consuma stock o deje de demandar bienes intermedios, afectando la demanda de estos últimos, lo que haría, dada su flexibilidad, caer el precio en el origen de la cadena. Dicho de manera sencilla, cuando rote el negocio, la caída del precio flexible hará caer el precio fijo. Pero en el corto plazo, es decir, antes de la rotación del negocio, como los precios fijos están determinados por los costos, un precio fijo suele no corregir ante una caída de demanda. Y según Frenkel esto, en Argentina, es muy importante: midió que el 80% de precios que registra Indec son precios fijos, cuya elasticidad es 0,8, coincidente con el pass-trough de marzo-junio.

Pensemos intuitivamente: si los precios son, mayoritariamente, el costo de producción más una tasa de rentabilidad, el aumento del tipo de cambio presiona fuerte al alza, incluso aunque el consumo no repunte. Es decir, aumento de precios con baja de consumo.

La previa al salto cambiario

Al momento de la unificación cambiaria, el 10 de abril, el dólar oficial saltó de $1.075 a $1.200 aproximadamente. Dado que ya en marzo se especulaba con la devaluación, los precios de los alimentos se “acomodaron” 5,9% en marzo, y sumaron otro 2,9% en abril. La inflación mostró, en esos meses, el comportamiento descripto por Frenkel, ya que el consumo se mantuvo fuertemente retraído.

Vale detenerse en el valor máximo del dólar en ese momento. Es posible imaginar que quien fija precios, lo hizo considerando un dólar de $1.200. Las fluctuaciones posteriores de la divisa, siempre por debajo de dicho valor, les permitió cobertura. Pero desde el inicio del mes de julio, el dólar superó el valor referido.

Voceros del gobierno venían sosteniendo que, durante julio, la tendencia alcista del tipo de cambio no había tenido impacto sobre precios haciendo un cálculo mentiroso: desde la unificación cambiaria, el 10 de abril, y hasta junio, el dólar se incrementó 11,2% pero los precios solo 4,2%. La trampa es fácil de detectar: como se mencionó, el efecto precio de la unificación cambiaria se vio mayoritariamente en marzo. Los números cambian sustancialmente: el IPC de alimentos entre marzo y junio se incrementó en 10,2%, mientras que el tipo de cambio lo hizo en 12,2%, es decir, 85% de pase a precio. Lo sucedido en julio es harina de otro costal, y habrá que dilucidarlo con las mediciones de inflación de julio a septiembre.

Con aumentos anunciados

Volvamos a la actualidad. Si el price setting en la Argentina suele estar asociado en buena medida a los costos, por lo que un incremento del tipo de cambio presiona los precios al alza, parece oportuno repasar que productos se ven afectados y podrían sufrir aumentos. Repasemos:

* Autos: buena parte son importados o con componentes importados. Hubo anuncios por remarcaciones de 4% a 10% el mismo jueves de la semana pasada cuando el dólar llegó a más de $1.350.

* Trigo: desde el 1 de julio a la actualidad se incrementó en 14,1%, pasando de $240.000 a $274.000 el precio de la tonelada según la Bolsa de Comercio de Rosario. La variación tiene el efecto del incremento del dólar, pero también la reducción de las retenciones. Esto impacta en productos como pan, fideos, harina y galletitas.

* Maíz: desde el 1 de julio a la actualidad se incrementó en 18,8%, de $203.000 a $241.000 la tonelada, pegando en productos como pollo, cerdo, etc. También es efecto tipo de cambio y derechos de exportación.

* Empresas como Mondelez, Unilever, AGD, Arcor o Mastellone han enviado listas de precios con incrementos que van desde 4% a 9%.

* Nafta: para equiparar el precio actual con el precio de paridad internacional debería haber un aumento de 9%. A contramano de su discurso liberal, el gobierno decidió moderar el aumento para evitar un mayor impacto previo a las elecciones, aunque a la par, impulsa variaciones de precios “según demanda”.

* La energía está dolarizada. Al igual que la nafta, el gobierno va a “pisar” las tarifas hasta las elecciones. El acuerdo con el FMI establece desregularlos a partir de diciembre.

Se viene el desgramaje 

Como a la presión al alza ejercida por el tipo de cambio se contrapone la fuerte retracción de consumo, las principales empresas productoras de alimentos vuelven a apelar a una estrategia vieja y conocida, aunque su nombre resulte poco habitual: el desgramaje, reduflación o shrinkflación. El desgramaje es la reducción de peso en niveles poco perceptibles por el común de la gente: paquetes de galletitas que pasan de 200 gramos a 160 gramos, champúes que reducen su presentación de 200 a 190 ml, lentejas cuyo envase de 500 gramos se reduce a 400 gramos, o papas fritas, con paquetes de 45g a 40g. Esta modificación implica incremento de precios implícitos y mejora de la rentabilidad a la par de la caída de las ventas.

El problema de esta estrategia de producción y comercialización, que lleva a una ecuación distinta de rentabilidad donde se privilegia ganar por precio y no por volumen, no es sólo la desmejora del consumo de las personas. La reducción de la producción implica menos horas de trabajo, menos turnos o sencillamente menos puestos de trabajo por lo que, en definitiva, son los trabajadores los que pagan “los platos rotos” de doble manera.

Dicho todo esto, una cadena nacional un viernes a la noche para no anunciar nada, parece, más bien, un manotazo para encontrar culpables de la inflación en las filas del Congreso. 

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