19, abril, 2025
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La Marea de gente copó la Isla Martín García

Desde Martín García

Ya pasaron 20 años desde la primera Marea, que es el nombre con los que los organizadores del encuentro de kayakistas en la Isla Martín García eligieron para explicar el fenómeno deportivo y sociocultural que tiene lugar aquí cada fin de Semana Santa desde 2006. Esta vez son casi 400 los palistas que arribaron desde distintas provincias argentinas, destacándose los visitantes de Tierra del Fuego, Santa Cruz, Río Negro, La Pampa, Santa Fe, Rosario, Entre Ríos, Chaco, Córdoba, y las que llegan desde distintas localidades de la provincia de Buenos Aires como Mar del Plata, Punta Lara, La Plata, Quilmes, San Isidro, San Fernando, Tigre, Escobar, Campana, Zárate y San Nicolás, entre otras. Todos hermanados por el río. Una “marea de gente, todos diferentes, remando al mismo compás“, como dice la canción interpretada por La Franela, ya convertida en canto común por las diferentes tribus del agua.

La Isla Martín García, descubierta en 1516 por Juan Díaz de Solís, tiene su propia historia. Fue un punto estratégico en el Río de la Plata en la disputa entre España y Portugal, luego fue utilizada como colonia penal y también como lugar de destierro para figuras políticas como los ex presidentes Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear -en ambos casos luego de ser derrocados por golpes de estado-, Juan Domingo Perón -antes de ser presidente, en 1945- y Arturo Frondizi, también derrocado.

Declarada desde 1942 como reserva natural y desde 1969 convertida en Parque y Reserva recreativa Provincial, la isla Martín García es un lugar maravilloso, de una poderosa biodiversidad y un sitio de gran interés cultural y ecológico. Como actividad hermanada con la naturaleza, el kayakismo de travesía encuentra en esta isla su máxima expresión.

Voz autorizada para explicar las raíces del encuentro es Héctor Alonso, coach especializado en comunicaciones, fundador del Centro de Actividades Náuticas y Ecológicas (CANE) -que funciona en la Isla-, y uno de los organizadores de La Marea, un evento nacido entre charlas de kayakistas, que no persigue fines de lucro y que es un lugar de encuentro de personas que acaso sólo se ven esa vez al año.

Héctor Alonso en el CANE, uno de los organizadores de La Marea.

-Se cumplen 20 años de La Marea, ¿cómo fueron sus inicios?

-No se pensó tanto ese comienzo. Fue el producto de la emoción en varias reuniones de amigos del agua. La idea prosperó y hoy es lo que ves, en el primer encuentro éramos poco más de 100 palistas y este año tenemos prácticamente 400 de todas las edades y de distintos lugares. Es una locura. Están los que reman de toda la vida y por ahí gente que se ha sumado al kayakismo de travesía hace poco y también están los padres y madres que ya vienen navegando con sus hijos, pero todos tienen algo en común, más allá de lo deportivo hay una búsqueda por conectar con la naturaleza. Tenemos palistas que pasan los 70 años y acá están, año tras año.

-¿Cuál es el hilo conductor que ha hecho de la Marea un lugar de encuentro en estos 20 años?

-A mí me gusta pensar o decir, porque es un poco el mensaje de la Marea, que en un mundo que tiene puesta la energía en lo que nos separa, la energía del agua nos une. Nosotros no tenemos un debate acerca de la forma en la que cada grupo viene navegando, qué derrotero eligen o qué tipo de embarcación, o su técnica de paleo. No hay un juicio sobre eso. El foco es lo que nos une, no lo que nos separa. Desde esa perspectiva es de decidimos trabajar, ese es el denominador común, el mensaje.

-¿Además de lugar de encuentro, se puede decir que la Marea es un espacio de aprendizaje, de transmisión de experiencias?

-De alguna y otra manera lo es. No tardamos nada en darnos cuenta que era una oportunidad inigualable para enseñar y para transmitir experiencias y conocimientos. La marea está llena de conversaciones, de actividades que van sucediendo mientras se desarrolla el evento, desde demostraciones de técnicas, hasta cuestiones de kinesiología, primeros auxilios, meteorología o lo que fuera. Esas conversaciones nos van dando la chance de hacernos mejores. Este año es bastante particular porque elegimos mostrar, convocamos a artistas conectados con el río y con esta pasión los invitamos a intervenir imágenes de la Marea. De alguna manera, 20 años es un capítulo.

¿Qué cosas le entrega el kayakismo a la Isla cada año?

-Mucho, sin dudas. La conexión que hay de la comunidad con el kayak es extraordinaria y resultó en cosas muy distintas, más allá de las que se pueden ver en una comunidad tan chica como esta. Este año somos unas 400 personas, que es cuatro veces las población de la Isla, entonces el impacto es muy grande. Y todo este movimiento genera una actividad económica muy grande en la comunidad, en los comerciantes, en la actividad turística. Y también es enorme el impacto cultural. Por ejemplo, los chicos de la Isla no iban al río y hoy llegan remando al continente. El kayakismo se conviritó en una poderosa herramienta de conectividad y de transformación.

-¿Y qué es lo que le da la Isla a los visitantes?

-Le da lo mejor que tiene y puede. Desde que la Armada se fue de la isla este espacio sobrevivió digamos con los justo. Uno se da cuenta del esfuerzo que le meten los residentes para recibir a los kayakistas, muchos de los cuales vuelven una o dos veces más al año. Los primeros que pisaron la isla pos pandemia, por darte un ejemplo, fueron unos kayakistas de Escobar. Los kayakistas sienten que Martín García es su casa porque los vecinos les hacen sentir que es así.

-En los últimos años se han visto mejoras en la isla, la restauración de la casa en la que vivió Rubén Darío, por ejemplo, los trabajos de ampliación del puerto…

-En estos últimos años -hace más de 10 que lo vivo como habitante- me tengo que sacar la gorra en todos los sentidos por lo que viene siendo la gestión de la dirección de la Isla que lidera Diego Simonetta y la de la provincia de Buenos Aires. Desde esta gestión se genera energía a través de un parque solar y se dejó de consumir millones de litros de gasoil para poder generar luz. También se hizo la planta potabilizadora de agua; se restauró el club social; se hicieron dragados en el puerto y reformas en el muelle, que quedó espectacular. Se está poniendo mucha energía y esfuerzo en la Isla. Es un lugar que vale la pena visitar.

-Axel Kicillof viene a la Isla y agarra kayak, chaleco y pala para salir a remar con su esposa e hijos, ¿Es un kayakista más?

-Es así. Axel viene se sube al kayak y rema. Es un kayakista que -digo yo- tiene un trabajo muy intenso y acá encuentra un lugar de tranquilidad para brindarle un poco más de tiempo a su familia. No es que el gobernador viene solo, viene con su mujer, Soledad, y sus hijos, León y Andy. Creo que como familia encontraron un espacio que les permite compartir esas cosas comunes de todas las familias. Acá los podés ver comiéndose unos sanguchitos en la plaza. Se recontra coparon con el kayak, bajan los botes entre ellos, reman, se embarran como nosotros, se lavan las patas con la manguera… Hacen todo lo que hace un kayakista. Y disfrutan un montón.

-¿Qué es el CANE y cómo fue que surgió?

-Lo que sucedió fue que viniendo a la Isla desde el 2006, las relaciones con la comunidad se fue fortaleciendo. En algún momento sentimos que necesitábamos un espacio para poder hacer el evento, ya estábamos durmiendo en casa de vecinos, y surgió la idea con Pablo Banchero, “Tango”, y otros amigos del agua de armar el Centro de Actividades Náuticas y Ecológicas. En el CANE armamos una escuela gratuita de kayakismo para todos los chicos de la Isla y desde acá también compartimos la experiencia del kayakismo y de la vida en la naturaleza con los turistas. Lo que ocurrió con los chicos fue fantástico. Aprendieron a navegar y salieron de la Isla para hacer otras travesías. Los chicos encontraron en el CANE un lugar de pertenencia, se fue dando algo muy lindo y espontáneo. El CANE trata de sobrevivir haciendo experiencias para el turismo, trabajando ya en un formato de operador turístico con gente que viene a hacer la experiencia de navegar, de recorrer la Isla en bicicleta, de conectarse con la naturaleza. Se trata de un modelo de turismo comunitario, en el que trabajan y ganan todos los actores sociales del lugar.

-¿Qué encuentran los visitantes en Martín Garccía?

-Acá conviven la historia y la naturaleza. Cualquier hecho histórico de la Argentina, desde la colonización hasta hoy, tiene un reflejo en la Isla. Y eso la convierte en un lugar muy bello e interesante. Y la Isla está llena de huellas de esa rica historia. Si se animan a quedarse más de un día, los turistas van a ver la magia de la Isla, los atardeceres maravillosos, las caminatas bajo las estrellas. La mayoría del turismo que llega es más bien gastronómico. Llegan en lancha, almuerzan, recorren unas cuadras del casco histórico y se vuelven. Pero hay mucho más para descubrir, y vale la pena. 

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