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La identidad no se negocia en Salzburgo

La historia del equipo que este miércoles enfrenta al Pachuca puede sumar casi 92 años o apenas dos décadas. A los actuales dueños del FC Red Bull Salzburg les gustaría elegir la segunda opción, amantes como toda empresa del éxito y los resultados en el corto plazo: desde que en 2005 la compañía que comercializa la bebida energizante compró al club austríaco, este empezó a dominar la máxima liga de su país y la conquistó 14 veces. A los simpatizantes del club que se creó el 13 de septiembre de 1933, nacidos bajo el cobijo de su historia, les gusta pensar que su origen se remonta a ese año y les gusta defenderlo: ese mismo 2005, por eso, formaron el SV Austria Salzburg, para que ningún conglomerado empresarial pudiera borrar su nombre, su identidad y sus colores.

“Este es un club nuevo -decía un comunicado del FC Red Bull Salzburg en agosto de 2005, según el medio local Der Standard-. No hay tradición, ni historia, ni archivo”. Sus palabras, que solo provocaban bronca y angustia en los simpatizantes del club austríaco, estuvieron a punto de volverse realidad: de no haber sido por la Asociación Austríaca de Fútbol (ÖFB), habrían puesto aquel año como su origen, pero no lo hicieron porque la entidad los obligaba a reconocer su pasado para conservar su lugar en la primera división. Era lo que deseaban: un borramiento total de la historia, sin importar si desaparecía consigo a generaciones de hinchas y fanáticos y a sus memorias. Y a sus recuerdos, los de un club que había sido tres veces campeón de la liga austríaca y que en la temporada 1993/1994 le peleó la final de la Copa UEFA al Inter italiano (perdió en el global 2-0), en el que fue el mayor logro de su historia deportiva y su única definición europea disputada.

Ese desapego por la historia, pese a la obligación impuesta por la ÖFB, se puede percibir aún hoy en la web oficial del FC Red Bull Salzburg, que le dedica apenas 12 líneas a los 72 años previos al desembarco de la empresa en el club. En cambio, la web oficial del SV Austria Salzburg, la institución que reivindica y recupera la historia original, le dedica diez posteos distintos a cada una de las eras del club. “Un club tiene tres constantes: el nombre, los colores y los fans. Si dos de ellos son eliminados, los fans tienen un problema”, dijo aquel 2005, en diálogo con el periódico austríaco Salzburger Nachrichten, Stephan Huber, portavoz de la Iniciativa Violeta-Blanca, el movimiento de fanáticos que peleó por sostener la identidad del club y que en su nombre reivindicaba los colores históricos del equipo.

El 26 de septiembre de 2023 quiso el destino que ambos equipos se enfrentaran, por la Copa Austria. Si bien el FC Red Bull Salzburg se llevó la victoria (por 4 a 0), aquel día los fanáticos de la historia original, devenidos hinchas del SV Austria Salzburg, se dieron el gusto de llevar su identidad y sus colores en alto sobre tierra austríaca y, también, de burlarse de la nueva criatura puramente mercantil. El sentido del humor brilló desde el arco, con su arquero vistiendo una camiseta con la leyenda “Not for sale” (“No a la venta”), hasta las tribunas, donde un trapo gigante escenificaba a Mozart (hijo pródigo de Salzburgo) pegándole con un violín a un toro rojo (símbolo de la marca de bebidas energizantes).

Este miércoles, el FC Red Bull Salzburg debuta en el Mundial de Clubes 2025 y, luego de una interrupción a causa de una tormenta eléctrica, vence 2-1 al Pachuca mexicano, otro ejemplo de la privatización del fútbol. Hace diez días, por su parte, el SV Austria Salzburg se consagró campeón de la conferencia oeste de la tercera división austríaca, y así consiguió el ascenso a la segunda división, luego de nueve años sin llegar a ella. Habían accedido allí por primera vez diez años después de su creación, en 2015, luego de un largo periplo en el que debieron ascender cinco categorías tras conformarse como una nueva institución futbolística. Los fanáticos que se siguen vistiendo de violeta y blanco son la prueba cabal de que, a veces, toca empezar de nuevo; lo que no se negocia es la identidad.

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